En la antigüedad este nuevo nuevo artilugio fue tachado de “diabólico”, el cielo y todas sus bellezas se postraron ante el, creando en la humanidad una pasión que perdura en el tiempo. Esta es la apasionante historia de un tubo y dos lentes, el telescopio.
Si bien fueron varios quienes se adjudicaron la invención de tan extraordinaria herramienta “en la ciencia el crédito es del que convence al mundo y no del primero en tener la idea”. Fue Galileo un hombre de procedencia Italiana quien uso el aparato como instrumento astronómico en 1609, en conmemoración a esta fecha se declaro al 2009 como el Año Internacional de la Astronomía.
El diseño del italiano consistía en una lente convexa para el objetivo y otra cóncava en el ocular. Galileo acudió a los poderosos y les hizo “ver para creer”, cosa que no resulto de todo bien ya que puso a las autoridades eclesiásticas en su contra, tanto así que terminó sus días en arresto domiciliario e intelectualmente olvidado. Pero el año en que Galileo moría, nació el niño que habría de completar su revolución. Isaac Newton nos dio una nueva imagen del universo, “Si he logrado ver más lejos ha sido porque me he subido a hombros de gigantes”, escribió. Y así, sobre la herencia de Galileo, Newton inventó el telescopio reflector, que es la base de los actuales. La innovación consistía en usar espejos en lugar de lentes para enfocar la luz y formar imágenes. Entonces el universo se nos abrió en todo su esplendor.
Ya sea por fines científicos o por el simple hecho de admirar las extraordinarias bellezas que nos ofrece el universo, el telescopio ha sido una herramienta que ha ayudado a explicar los fenómenos naturales y la composición del espacio que lo rodea.