Historia de la Astronáutica Argentina (segunda parte)
En el artículo anterior, dimos a conocer una parte importante de la astronáutica argentina, hoy te invito a seguir con la siguiente lectura, en esta segunda parte, conoceremos un poco mas de la función que cumplían los cohetes.
Primeros usos de los cohetes
El uso de cohetes por parte de la Argentina data del 22 de mayo de 1821, cuando éstos fueron empleados con fines militares en Mirabé (sur de Perú), donde las tropas libertadoras de José de San Martín usaron tubos lanzadores Congreve para atacar al enemigo. Cinco años después, el buque San Martín de la Armada Argentina ya estaba dotado con lanza cohetes. El navío hizo uso de este armamento especial en 1841, cuando siete barcos de la Armada Argentina se enfrentaron contra cuatro de la Armada uruguaya, en una contienda acontecida en el Río de la Plata: el San Martín alcanzó con dos de sus cohetes al Cagancha.
También se usaron cohetes durante la Guerra del Brasil en 1827, las tropas encabezadas por el almirante Guillermo Browm dispararon cohetes desde la isla Martín García. Asimismo tropas al mando del general Juan Manuel de Rosas usaron este tipo de artillería en 1842.
Comienzos de la industria durante el peronismo
El comienzo de la industria astronáutica coincidió con la etapa de industrialización del general Juan Domingo Perón.
Tábano
Entre 1947 y 1948, a cargo de la División Proyectos Especiales Nro. III, un grupo de técnicos del Instituto de Investigaciones Científicas de la Fuerza Aérea Argentina comandados por el ingeniero Ricardo Dyrgalla, desarrolla un motor cohete de combustible líquido destinado a impulsar proyectiles científicos y militares. Se lo nombró AN-1, tenía una fuerza suficiente para impulsar una masa de 320 kg con un tiempo de combustión de cuarenta segundos. El propelente era ácido nítrico (también utilizado para explosivos como la nitroglicerina y trinitrotolueno (TNT)) y anilina. Para el ensayo se construyó un banco de pruebas, en donde se realizaron numerosos ensayos, todos con éxito.
Para probar el propulsante, más allá del banco de pruebas, se construye un cohete apodado TÁBANO (en las Salinas Grandes entre las provincias de Córdoba y La Rioja) que es disparado desde un avión. Alcanzó una velocidad de aproximadamente 850 km/h y fue guiado por infrarrojo y sonido. El 20 de octubre del 1949 el motor fue probado nuevamente con el agregado de una cámara de combustión con camisa de refrigeración regenerativa, obteniendo mayor rendimiento y una actividad más prolongada. Se diseñaron y construyeron diversos motores cohetes a combustible líquido. A partir del lanzamiento del Tábano, la actividad se estancó abruptamente, hasta principio de la década entrante. A partir de 1959, se desarrollaron tecnologías con propulsantes sólidos.
La División Proyectos Especiales en el Instituto Aerotécnico se creó en 1947. Sin embargo, la caótica década de 1950 no permitió que el proyecto aeroespacial argentino avance, terminando en el lanzamiento del cohete Martín Fierro en 1956, sin carga, alcanzó una altura de 2 km. Al año siguiente, la Unión Soviética se convirtió en la primera nación en llevar un ser vivo al espacio, una perra llamada Laika. Éste no fue un hecho aislado, ya que a partir de aquí, muchos países pusieron interés en la astronáutica.
Período de consolidación a partir del desarrollismo
En Argentina algunos de los más grandes avances se produjeron en la década entrante. Durante el desarrollismo de Arturo Frondizi (1958-1962) las investigaciones tomaron mayor importancia, empezando con el desarrollo de motores a propulsante sólido, en diciembre de 1959. La investigación fue emprendida por el Instituto de Investigaciones Aeronáuticas y Espaciales. Este creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), primer organismo para hacerse cargo de las tripulaciones de cohetes, por medio el decreto nº 1164 del 28 de enero de 1960. Se designó al ingeniero Teófilo Tabanera como Presidente de la comisión. El 27 de junio de 1961 el Poder Ejecutivo creó por decreto el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autropropulsados Chamical bajo las siglas de CELPA. Contaba con un campo libre de 200 km. El gobierno había creado los organismos para la investigación del cosmos, pero el mismo, no intervenía ni supervisaba las actividades, dándole una importante libertad y autonomía a los científicos.
Cruzamos el infinito a cada paso; nos encontramos con la eternidad en cada segundo.
Rabindranath Tagore